
Sus ansias de libertad, tres antídotos de supervivencia y
unas botas plateadas le acompañarán por un mundo muerto donde los sueños llegan
descalzos y despeinados a Ninguna Parte.

Sin pensármelo mucho, puedo asegurarles de que este es el
mejor libro que he leído este año, me hizo experimentar tantas cosas, pero lo más importante, me rompió el corazón. Desde el
primer capítulo Chris Pueyo te lo advierte, o mejor dicho, te lo pide; te pide
que lo dejes entrar y dejes que te rompa el corazón. Con palabras creadas a base de magia o tal
vez polvo de hadas, Chris nos narra su historia, o mejor dicho, la historia de
su alter ego, el chico de las estrellas, de una forma poética y especial.
Cuando ves la portada lo primero que piensas es que el libro
abordara una preciosa historia de amor, de cierta forma así lo hace, pero no como los lectores esperan. El chico de
las estrellas trata diversos tipos de amor, el amor de un hijo, el amor de un nieto,
el de un amigo, el de un novio y los que yo considero más importante, el amor a
uno mismo y a la vida. A lo largo de la historia vemos como nuestro autor se
convierte en el chico de las estrellas, como logra enfrentarse a este mundo
lleno de etiquetas sociales, como aprende no solo a perdonar a aquel que algún
día lo hirió sino también a apartarse de todo aquello que le haga daño, y como
Chris va conociendo al chico de las estrellas.
Hay una cualidad muy interesante en el libro, es que
constantemente te plantean preguntas que te hacen pensar un poco, cuestionarte
acerca de algo e incluso te logran despertar memorias que de otra forma no
recordarías. Una de las preguntas, se ha quedado en mi mente desde el momento
en el que la leí, y es que el chico de las estrellas en una parte te pregunta: “¿Cuándo fue la última vez que te tiraste
por un tobogán?” No sé si a ti te
pase lo mismo, pero cada vez que leo esta pregunta me veo obligada a hacer
memoria y tratar de ubicar en mis recuerdos esa última vez, esa última vez que
por desgracia no puedo recordar. Obviamente que esta pregunta no sale de la
nada, posee un porqué y una respuesta
fabulosa para todas esas personas que al igual que yo son incapaces de recordar
esa última vez, la cual es: “Creo que lo
llaman crecer”.
¡Oh! casi lo olvido, una peculiaridad de este libro es que
el autor rompe la cuarta pared, es decir, a lo largo del libro Chris te habla
directamente a ti, cosa que me parece absolutamente maravilloso, ya que te hace
sentir especial, te hace sentir más cercano e incluso importante para el chico
de las estrellas. Cuando empieza la
historia te llama querido lector,
pero esto solo será temporal, puesto que más adelante te convertirás en alguien
especial y te ganaras un apodo acorde a tu nuevo estatus, e increíblemente esto
se sentirá muy bien. Sonará algo extraño, pero cuando terminé el libro sentí
que había ganado un nuevo amigo.

A pesar de que solo vemos la punta del iceberg de los
personajes secundarios, de cierta forma puedes cogerles cariño. Es como cuando
uno de tus mejores amigos te cuenta sobre una persona y poco a poco empiezas a sentir empatía hacia
esa persona que no conoces pero que tu amigo quiere mucho, bueno, algo así es
lo que ocurre con los personajes que no son el chico de las estrellas.
Si tuviera que definir la experiencia que vives al leer este
maravilloso libro, les diría que se siente como una apacible tarde lluviosa junto
a un buen amigo, ese amigo con un alma azul y estrellada, con grandes sueños y
un esplendoroso futuro, ese amigo al que deseas darle un fuerte abrazo y con el
que puedes pasar horas contándose intimidades el uno al otro con voz pomada
algunas.
El chico de las estrellas es una historia autentica, tierna
y realista, cargada de momentos fuertes,
emocionantes y en algunas ocasiones cargados de dolor, pero siempre llena de
magia.
P.s: Si, las letras de la reseña es azul. Esto es en honor al color de las letras del libro.